Observemos a dos prototipos de ser humano, en primer lugar a nuestro lejano ancestro el hombre de las cavernas y en segundo lugar al hombre de nuestra época. En esa observación pongamos atención a algunos aspectos como las características físicas de cada uno, el ambiente natural en que se desenvuelven, las actividades diarias que realizan y en general la forma de vida que llevan.
Si comparamos luego los resultados obtenidos durante nuestra observación, necesariamente llegaremos a una conclusión única: que noos encontramos frente a pruebas innegables e impresionantes de la ejecución de un proceso evolutivo complejo y a la vez totalmente maravilloso, que comenzó tomando al hombre de las cavernas y trabajando sobre esa estructura tosca, efectuó una labor lenta y paciente que tomó millones de años, para transformarlo en el ser humano que conocemos en el presente como creador e innovador de los adelantos propios de la civilización actual.
Debemos agregar a nuestras conclusiones un aspecto de capital importancia en la evolución, me refiero al tremendo desarrollo mental y emocional alcanzado por el hombre, así como la germinación y florecimiento de su capacidad intelectual, de la cual a través del tiempo las diferentes civilizaciones nos han dejado hermosos ejemplos.
Patricio del Caso
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